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¿Vienen tiempos de altas inversiones en minería?

  • Por Juan Rayo, Presidente de Voces Mineras, Consultor Principal JRI.

Juan Rayo, Presidente de Voces Mineras, Consultor Principal JRI.

Estudiando Ingeniería Civil en Minas en la Universidad de Chile, recién iniciada la década del ‘70, un destacado profesor (colega Mario Solari) nos indicó que una predicción confiable del valor de los metales, en el futuro mediato, no era posible. Su explicación era lógica y estaba basada en situaciones reales de una economía globalizada.

En primer lugar, destacó que la producción de metales, en especial del cobre, era relativamente estable, dado que es de largo tiempo abrir una nueva mina o expandir una operación en curso, porque el valor de los metales debería ser extremadamente bajo para que convenga cerrar una mina y, eventualmente, declarar la pérdida del emprendimiento.

Asimismo, la demanda industrial era una constante que crecía al ritmo del crecimiento de los países, empero los desarrollados ya estaban bastante estancados y lo que alteraba la situación eran los conflictos entre naciones (Segunda Guerra Mundial, guerra de Vietnam) y esos eventos eran de plazos acotados. Luego, la demanda era relativamente constante, con peaks de variabilidad.

En tanto, el decaimiento normal de leyes de los yacimientos ralentizaba los incrementos habituales. La oferta sólo cambiaba cuando nuevos yacimientos de marca mundial se ponían en marcha o surgía un cambio tecnológico, como la lixiviación en pilas + SX/EW en Chile, que provocó un exceso puntual de metales ofertados y una caída del mercado por un largo periodo.

Se vivía entonces un equilibrio inestable, que se podría alterar en cualquier momento, y que implicaba grandes cambios en los mercados, que no podían ser proyectados por las empresas y los gobiernos, a más de un par de años (con suerte).

Momento de invertir

Pero, la situación hoy día ha cambiado sustancialmente. La demanda es creciente en forma estable y consistente, en especial por fenómenos como la descarbonización energética y el crecimiento potencial de países emergentes (China, India, entre otros). Nos vemos entonces enfrentados a una demanda creciente y constante, sobre todo de cobre, que parece no tener horizonte de término y que todos los pronósticos actuales –bastante mejores que en el pasado–, indican que al menos durará hasta avanzada la década de 2030.

Asimismo, los inversionistas internacionales y las corporaciones mineras están en condiciones perfectas para invertir, ya que tienen caja suficiente para ejecutar inversiones relevantes y con bajo riesgo financiero.

Esta percepción de la conveniencia de invertir en estos años en minería, la tienen muchas organizaciones como el CRU, la Corporación de Bienes de Capital (CBC), el Consejo Minero, algunas compañías como Codelco, etc., pero el Estado chileno aún no lo ha asimilado. Hace poco tiempo Cochilco expuso los planes de inversión en minería que ellos conocen y sus valores eran cercanos a la mitad de lo que los entendidos sobre el tema estiman (se excusaron diciendo que no reciben toda la información requerida).

Tampoco podemos dejar de considerar que, por razones de política contingente y elecciones cercanas, la información nacional es consistentemente pesimista y evita hacer evaluaciones frías del futuro minero.

Es destacable que el CRU indica que Chile tendrá al menos el 30% de las inversiones mundiales en minería cuprífera, estimadas en un total de US$120 mil millones para el segundo quinquenio de la década del 20. Por mi parte, he evaluado, mediante análisis probabilístico, todas las inversiones públicas y privadas, concluyendo que las inversiones mineras de Chile entre 2026 y 2030 serán alrededor de US$10 mil millones por año, valor algo superior al estimado por el CRU.

¿En qué se gastarán dichas inversiones? Afortunadamente, es algo relativamente fácil de estimar a partir de las estadísticas recientes:

  • Distribución minera privada/estatal: 50/50
  • Proyectos de sostenibilidad minera (renovación equipos, tranques, agua, otros): 10-20%
  • Proyectos de mejoramiento marginal (optimización, expansión, automatismo): 10-20%
  • Proyectos de expansión/nuevos emprendimientos (greenfield, brownfield, integrales): 60-80%

Obviamente, que los primeros dos tipos de proyectos serán fáciles de realizar, casi no requieren permisos y usarían plenamente las capacidades existentes en el país (ingeniería, proveedores, constructores). El problema mayor está en los megaproyectos simultáneos que se realizarán en Chile en el periodo aludido. Esto, porque:

  • La ingeniería deberá volver a adaptarse para hacer proyectos tipo EPC, más caros, más rápidos y con poca intervención de ejecutivos de la empresa minera.
  • Los proveedores deberán aceptar cauciones relevantes si sus equipos/materiales no están a tiempo o no funcionan como fueron comprometidos (deben partir bien a la primera).
  • Los constructores deberán aprender a trabajar con contratos muy exigentes, donde los plazos y compromisos de producción serán lo más relevante (el costo del Capex pasa a ser una segunda derivada).

Quedan brechas, pero hay buen augurio ¿Está Chile preparado hoy para ese eventual boom de inversiones mineras…? Creo que en parte sí y en parte no. Tenemos brechas relevantes que debemos resolver en pocos años antes del boom:

  • Las dotaciones de empresas de ingeniería transnacionales avecindadas en Chile son acotadas y no podrán tomar todos los trabajos que les asignen. Contratar gente de la calle es largo y complejo; lo más probable es que se opere tomando subcontratistas o asociándose con empresas medianas (nacionales o transnacionales).
  • Los laboratorios especializados, tanto geometalúrgicos como geodésicos, tendrán una fuerte demanda, que los obligará a crecer significativamente, en equipamientos y en personal especializado.
  • Los proveedores de equipos/materiales internacionales tendrán que mejorar sus procesos de diseño, pruebas, transporte, para evitar cargos relevantes por atrasos o mal funcionamiento.
  • Los contratos de construcción y montaje tendrán extrema demanda, haciendo necesario que aumenten en Chile las empresas extranjeras de construcción de obras subterráneas, instalación de pipelines y, sobre todo, de montaje industrial.

¿Cómo le irá a Chile y a sus ingenieros en este periodo? Sinceramente, creo que bien. El país tiene empresas y emprendedores que son capaces de adoptar estrategias diversas y soportar bien las fuertes demandas crecientes. Subirán los costos laborales (de los empleados de cualquier rama), es evidente que el Estado (nacional/regional) sacará buena parte en impuestos directos e indirectos, y las compañías mineras que se hayan atrevido a invertir ahora, enfrentarán a las próximas décadas como empresas de mayor producción y mejor rentabilidad.

En resumen, sostengo que tendremos un nuevo boom de inversiones, posiblemente mayor y más largo que el de principios de la década de 2010. Son muchos los que están trabajando y apostando reservadamente por invertir en minería en Chile. Ojalá nuestro país sea lo suficientemente serio y responsable para aprovechar esta circunstancia histórica y se logre expandir el PIB minero entre un 20 a 30% en la próxima década. De pasar esto, nos iría bien, tanto a los que vivimos de la minería, como a los que incluso no quieren más minería en Chile.

Esperemos que el “diablo no meta la cola”…

 

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