- Por Sergio Hernández, director ejecutivo de la Asociación de Proveedores Industriales de la Minería (APRIMIN).
A través de los siglos, la Humanidad ha atravesado por distintas eras marcadas por el uso dominante de distintos bienes que la naturaleza nos ha dado.
La Edad de Piedra, aunque su periodo cambia de acuerdo a las zonas geográficas y de los descubrimientos geológicos, comenzó millones de años atrás, hasta aproximadamente 40.000 A.C. Su nombre se debe a que, sobre la piedra los seres humanos comenzaron a elaborar herramientas de uso doméstico y para la guerra, una etapa de desarrollo incipiente. Hasta los años 4.500 A.C., se usaron, además, los huesos de animales, el cuero y la madera en el paleolítico; y en el neolítico, el aumento de la población descubrió mejores herramientas de uso doméstico y se agregó la cerámica.
Desde los años 4.000 A.C., por la evolución del conocimiento y las crecientes necesidades de los seres humanos, estos descubren el uso de diferentes metales, comenzando con el cobre, con posterioridad el bronce y el hierro, naciendo la metalurgia de fundición, lo que se conoce como la edad de los metales que favorece la calidad de vida de la Humanidad.
En tiempos más cercanos, la inevitable evolución y el crecimiento de las necesidades (que la ciencia económica conoce como la teoría de las necesidades, en que se satisfacen unas y nacen otras, fundamentos del progreso humano), aparecen nuevas edades, que están marcadas por la invención de la escritura, la edad antigua, la edad media, el renacimiento, la edad moderna y, finalmente, la actual, que algunos llaman la edad antropocéntrica (ser humano como el centro sobre lo que se construye todo: la política, las artes, la ética, la moral, la ciencia, etc.).
Continuando con la evolución, afirmo que actualmente está naciendo una nueva Era de los Metales. Aunque ya desde la antigüedad los metales han sido determinantes en la mejoría de la calidad y en la expectativa de vida de los seres humanos con sus diversificados usos, es en la época actual cuando cobran una trascendencia incomparable.
En efecto, como Humanidad y todo nuestro entorno planetario, estamos enfrentando el desafío de sobrevivencia más importante de nuestra historia: el cambio climático, que amenaza con afectaciones a la flora, la fauna, los seres humanos, la contaminación del mar; en fin, toda la biodiversidad, la que se manifiesta en alteraciones de la temperatura del globo, deshielos, subida del nivel de las aguas del mar, catástrofes naturales. En parte importante, producto de la emisión de gases efecto invernadero por la carbonización de las energías y la economía lineal de desechos.
La conciencia hoy sobre estos peligros ha descubierto que hay una solución si reaccionamos a tiempo (ya es algo tarde): la economía circular y, muy principalmente, la descarbonización de las energías. Como la Humanidad necesitará siempre generación y distribución de energías, aquellas contaminantes (carbón, petróleo, gas) están siendo reemplazadas por fuentes de energías limpias, eólicas y termosolares, en baterías para su uso en vehículos eléctricos e hidrógeno verde, todo lo cual necesita de algunos minerales esenciales.
El cobre en vehículos eléctricos, en las torres de generación de energías limpias, en los paneles solares y en las líneas de distribución, en los nuevos usos sanitarios; el litio, el cobalto y tierras raras en las baterías para vehículos eléctricos, son minerales críticos que el objetivo de mitigar el calentamiento global requiere con alta demanda, contando con la fuerte radiación solar del norte de Chile y los vientos de Magallanes.
Chile tiene todo esto en altos volúmenes, incluso, con las mayores reservas mundiales en cobre y de las más altas en litio y cobalto. Sin perjuicio de nuestra alta producción de estos minerales, lo que está bajo la tierra no son productos, son sólo reservas que hay que explotarlas y convertirlas en comercializables en los mercados.
Se requieren normas claras y estables para las inversiones, tributación competitiva, instituciones y permisos más eficientes y cortos en tiempos, entre lo que depende de los seres humanos, para que no desperdiciemos lo que la naturaleza nos da. Procesos mineros cada vez más limpios (los que están en evolución), en los que tecnológicas empresas proveedoras (mayormente asociadas a Aprimin) son las grandes protagonistas y complementan nuestra convicción de que la minería no hay que mirarla como fue, sino cómo está siendo y cómo va a llegar muy pronto a ser: limpia en sus procesos y entregando al planeta los minerales esenciales para su salvación.
Por esto, tenemos la convicción de que la Humanidad está comenzando una nueva Edad de los Metales, esta vez no sólo para mejorar las condiciones de vida, sino para salvar la vida misma. Y Chile en el liderazgo.