Por
Alejandra Wood
Directiora Ejecutiva CESCO
El principal desafío del sector minero frente a la irrupción del Covid 19 ha sido la protección de sus trabajadores, proveedores y comunidades cercanas a sus faenas junto con mantener una continuidad operacional, y de esta forma contribuir a enfrentar esta crisis sanitaria, social y económica.
Las operaciones procedieron a la disminución de dotaciones de trabajadores propios y contratistas, dejando sólo a personal crítico en las faenas. A eso se sumó la detención de proyectos de inversión, que suelen marcar peaks de trabajadores de empresas contratistas, como también, la recalendarización de las mantenciones mayores. El traslado de grandes números de personas desde y hacia las faenas desde sus residencias, muchas ubicadas en otras regiones del país, también ha obligado a cambiar la logística de transporte ante lo cual se han extendido turnos de manera de contribuir a la disminución de viajes.
Hasta ahora los resultados de estas medidas (reducción promedio de un 35% de la fuerza laboral para la gran minería) han sido positivos y su prolongación en el tiempo dependerá de la velocidad y extensión de la pandemia. Si bien la mantención de dotaciones reducidas impacta hasta ahora solo marginalmente la operación, si resiente el desarrollo de mina y las mantenciones. En el caso de los proyectos el impacto es mucho mayor y aún no existe claridad de cómo enfrentar la situación y retomar los proyectos en el mediano plazo.
En una perspectiva de más largo alcance, cabe preguntarse qué significa esta nueva realidad de operación en la minería.
La industria ha estado enfocada en cómo aumentar la productividad de sus operaciones a través de diversas iniciativas, entre las cuales las innovaciones producto de la disrupción digital estaban haciendo posible el trabajo remoto a través de centros de control integrados ubicados fuera de las faenas y la automatización de procesos. La experiencia operacional durante la pandemia podría reforzar y acelerar estas estos cambios que no sólo contribuyen a reducir los riesgos de salud generados por la pandemia, sino que también ayudan a cerrar la brecha de productividad que tiene nuestra minería en comparación con distritos mineros tales como Australia y Canadá.
Este nuevo contexto puede expresarse en cambios más profundos de la forma de operar. Por ejemplo, eventualmente permitiría reducir sustantivamente tareas que en la
actualidad realizan empresas contratistas, algunas con gran número de personal como hotelería, catering y transporte. Las áreas donde los cambios serán más difíciles son las de mantención y construcción de proyectos. En las primeras, puede haber mayor robotización, pero de menor alcance y en los proyectos, puede ayudar la prefabricación remota, pero tampoco tendrá un impacto importante.
De esta manera, el desafío de aumentar la productividad en la minería chilena, paradojalmente podría ser favorecido a partir de la coyuntura que enfrentamos. Habrá que observar de cerca los próximos meses pues de producirse cambios más estructurales como los descritos presentarán un desafío no menor para el empleo, lo que requiere una acción del gobierno como conductor y articulador de acuerdos entre la empresa, la sociedad civil y el mundo político. (Publicado en EDITORIAL Newsletter CESCO)