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Día del Minero: San Lorenzo, Diácono, Mártir y Patrono de la Minería
- Este jueves 10 de agosto, la minería está de fiesta para conmemorar a su Patrono y muchos pueblos del norte realizan festejos en su homenaje.
Su nombre significa: «coronado de laurel” y su vida ha sido narrada por San Ambrosio, San Agustín y el poeta Prudencio. La minería lo convirtió en su Patrono, posiblemente por la importancia que este diácono y mártir de la Iglesia Católica otorgó a los hombres, como la principal riqueza de la cristiandad. En la minería, la importancia que se le da a la seguridad en este trabajo se relaciona íntimamente con ese significado.
Son muchos los mineros que al ingresar cada día en una faena se encomiendan a San Patricio, por eso, este jueves habrá celebraciones en muchos poblados nortinos, donde la minería es la principal actividad productiva.
Como parte de este reconocimiento, el año 2009 se publica la Ley N° 20.363, que establece como Día Nacional del Minero el 10 de agosto de cada año. Sin duda, también es una forma de retribuir a nivel nacional el importante papel que los mineros han tenido en la Historia de Chile.
De acuerdo con una de las biografías más conocidas, Lorenzo era uno de los siete diáconos de Roma, o sea uno de los siete hombres de confianza del Sumo Pontífice. Su oficio era de gran responsabilidad, pues estaba encargado de distribuir las ayudas a los pobres.
En el año 257 el emperador Valeriano publicó un decreto de persecución en el cual ordenaba que todo el que se declarara cristiano sería condenado a muerte. El 6 de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando la santa Misa en un cementerio de Roma cuando fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos por la policía del emperador. Cuatro días después -el 10 de agosto- fue martirizado su diácono San Lorenzo.
La antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que al Sumo Pontífice lo iban a matar le dijo: «Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu diácono?» y San Sixto le respondió: «Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás». Lorenzo se alegró mucho al saber que pronto iría a gozar de la gloria de Dios.
Entonces Lorenzo viendo que el peligro llegaba, recogió todo el dinero y demás bienes que la Iglesia tenía en Roma y los repartió entre los pobres. Y vendió los cálices de oro, copones y candelabros valiosos, y el dinero lo dio a las gentes más necesitadas.
El alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de conseguir dinero, llamó a Lorenzo y le dijo: «Me han dicho que los cristianos emplean cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones tienen candelabros muy valiosos. Vaya, recoja todos los tesoros de la Iglesia y me los trae, porque el emperador necesita dinero para costear una guerra que va a empezar».
Lorenzo le pidió que le diera tres días de plazo para reunir todos los tesoros de la Iglesia, y en esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con sus limosnas. Y al tercer día los hizo formar en filas, y mandó llamar al alcalde diciéndole: «Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le aseguro que son más valiosos que los que posee el emperador».
Llegó el alcalde muy contento pensando llenarse de oro y plata y al ver semejante colección de miseria y enfermedad se disgustó enormemente, pero Lorenzo le dijo: «¿por qué se disgusta? ¡Estos son los tesoros más apreciados de la iglesia de Cristo!»
El alcalde lleno de rabia le dijo: «Pues ahora lo mando matar, pero no crea que va a morir instantáneamente. Lo haré morir poco a poco para que padezca todo lo que nunca se había imaginado. Ya que tiene tantos deseos de ser mártir, lo martirizaré horriblemente».
Y encendieron una parrilla de hierro y ahí acostaron al diácono Lorenzo. San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir junto a Cristo le hacía no darles importancia a los dolores de esa tortura.
Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor hermosísimo y sintieron un aroma muy agradable mientras lo quemaban. Los paganos ni veían ni sentían nada de eso.
Con una tranquilidad que nadie había imaginado, el fraile rezó por la conversión de Roma y la difusión de la religión de Cristo en todo el mundo, y exhaló su último suspiro. Era el 10 de agosto del año 258.
El poeta Prudencio dice que el martirio de San Lorenzo sirvió mucho para la conversión de Roma, porque la vista del valor y constancia de este gran hombre convirtió a varios senadores y desde ese día la idolatría empezó a disminuir en la ciudad. En tanto, San Agustín afirma que Dios obró muchos milagros en Roma en favor de los que se encomendaban a San Lorenzo.
Además, el Santo Padre mandó construir una hermosa Basílica en Roma, siendo la Basílica de San Lorenzo la quinta en importancia en la Ciudad Eterna.
Guía Minera de Chile se hace parte de esta conmemoración y envía un afectuoso saludo a cada hombre y mujer que, en sus distintos roles, dejan su huella en la minería chilena. (Datos de San Lorenzo extractados de ACI Prensa)