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Cobre y desinfección sustentable: un cambio necesario

  •  Por Nicolás Méndez, CEO de Clean Copper

Nicolás Méndez, CEO de Clean Copper

Si hay algo que está claro, y más que estudiado, es que el ser humano le teme al cambio. Aunque siempre es necesario, muchas personas se inquietan frente a lo desconocido, la falta de control o el miedo al fracaso. Sin embargo, el cambio estuvo, está y seguirá estando presente en nuestras vidas.

En las organizaciones siempre existirán personas que se resisten al cambio, pero también quienes lo impulsan para mejorar diversos aspectos. Hacer que las cosas pasen es una tarea que requiere de valiosos recursos: tiempo y dinero como mínimo. Sin embargo, el impacto positivo que generan los cambios termina mitigando el miedo y las resistencias.

Proteger a las personas y al planeta es una causa común en las compañías innovadoras, donde están desarrollando soluciones y nuevos procesos para ganar eficiencias, sin provocar daños al planeta o a la gente. Ante esto, la desinfección sin generar los daños que están provocando los productos químicos sí es posible. Y, aunque la pandemia del coronavirus parece habernos dado una tregua, probablemente nos seguirá acompañando por un buen tiempo mientras que otros virus, bacterias y hongos seguirán siendo parte del ecosistema.

No es un secreto que los químicos que utilizamos para limpiar y desinfectar son tóxicos y peligrosos para las personas. Todos sabemos que esos líquidos y aerosoles no se pueden consumir y que exponernos a ellos sin diluirlos provoca efectos inmediatos en nuestros pulmones, ojos y piel. Pero, dado que es la única manera que conocemos para desinfectar, no nos queda otra opción que seguir utilizándolos.

Algunos podrán decir que no estamos expuestos todo el día a estos químicos y que cuando los utilizamos nos cuidamos con guantes. Pero, aquella es una mirada miope porque, efectivamente, si hacemos un análisis superficial y acotado no vislumbraremos un daño permanente. No obstante, al estudiar los procesos de desinfección en su globalidad es claro que empresas, hogares, centros comerciales y otros lugares donde transitan personas están siendo desinfectados no una, si no varias veces al día.

Todos esos químicos que una y otra vez desinfectan espacios comunes terminan, inevitablemente, en algún lugar de nuestro planeta, afectando a la flora, la fauna y también a las personas. Estos productos desaparecen, es decir, no se aplican para, luego, dejar de existir, si no que, en general, se evaporan, lo que significa que quedan en nuestro aire y terminan en nuestras aguas, tal como han demostrado diversas investigaciones.

Pero eso no es todo. Por desgracia, los químicos están provocando muchos problemas.  Si el coronavirus fue problemático, más lo serán los virus y bacterias con superpoderes, aquellos a los que ni la “kriptonita” los puede dañar.  Los antibióticos y muchos de los desinfectantes que tanto utilizamos para sentirnos seguros están ayudando a su proliferación, debido a que generan resistencia microbiana.

Los químicos que utilizamos están dañando de forma permanente a todas las personas que tienen contacto con ellos, es decir, a quienes utilizan desinfectantes o van a lugares donde se utilizan en forma recurrente. El amonio cuaternario, el cloro, el alcohol, entre otros productos, están causando enfermedades de obstrucción pulmonar crónica, asma, irritación crónica de ojos y piel y alergias. Los residuos que dejan estos químicos en las superficies tienen algún grado de responsabilidad en el cáncer, los desórdenes reproductivos y algunos dolores respiratorios e, incluso, podrían generar deterioro del sistema nervioso central, según algunos estudios.

El desafío no es menor y, por fortuna, el poder desinfectante del cobre ha sido comprobado científicamente, lo que es un primer gran paso. Ahora, solo queda despedirse de los químicos para abrir espacio a una solución distinta, cuyo gran valor agregado es desinfectar sin dañar ni la salud ni el planeta. Es de esperar que cada día más empresas, instituciones estatales y usuarios se suban a este carro que necesitamos mover entre todos para dejar atrás el uso de químicos.

 

 

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