El ambiente digital está transformando el mundo. Los niños nacen y son captados en su más amplia dimensión por la pantalla de un celular. Esas imágenes son transmitidas instantáneamente a familiares y amigos, aunque esté a kilómetros de distancia, incluso, en otro continente. A los pocos meses vemos a esos mismos bebés, juguetean con el teclado de los celulares y antes del año, son capaces de encender un televisor. Asimismo, la robotización, y la automatización o la tecnología inteligente, como se le denomina, se apodera de la vida diaria y de los ambientes laborales en todo el mundo. La minería no es la excepción, por el contrario, es la industria que lidera estas transformaciones.
Los cambios son tan rápidos, que la inmensa mayoría de la población no los advierte. Lo vimos y escuchamos en reciente cumbre del CRU en Santiago, durante la Semana Cesco. Lo vivimos en la última Expomin, en las charlas de Smart Tech, en los stands del área comercial, donde un robot podía responder muchas preguntas relacionadas con el litio y su funcionamiento. La electromovilidad, avanza desenfrenadamente. Cambia la manera de ejecutar ciertas tareas, cambian las regulaciones en el mundo, especialmente, por las preocupaciones medioambientales. La manera de relacionarnos se transforma.
Un experto fue enfático en una reciente charla a la que asistí, “el trabajo en la minería del futuro se parecerá muy poco al que conocemos. Las operaciones mineras ya no requerirán esfuerzo físico, sino destrezas cognitivas y sociales que permitan resolver problemas complejos en forma colaborativa y en ambientes totalmente digitalizados. No habrá tantos niveles organizacionales, sino que predominará el trabajo horizontal que requiere colaboración”. Lo más impresionante de todo, es que el futuro ya está aquí. Cada día, algo nuevo sucede en los laboratorios del mundo donde exploran nuevas tecnologías. Aquí en Chile, Codelco Tech, una nueva división de Codelco se ha convertido en un Sillicon Valley para la minería. Decenas de jóvenes trabajan allí buscando la manera de hacer más competitiva nuestra industria del cobre y aumentar su productividad, disminuyendo los riesgos laborales, aunque son los más bajos de todo el espectro de actividades industriales en este país.
Observar enormes camiones movidos por telecomando y ejecutar delicadas operaciones como una detonación por control remoto, después de que las máquinas han determinado que no hay presencia humana, a través del calor de nuestros cuerpos o la vibración de nuestras partículas, hasta el trabajo de los drones, parecen historias de ciencia ficción. Pero, son una realidad. Ocurren en nuestra era. Están en la minería.
Por esto, el desafío para la industria, que debe ser asumido en conjunto con los centros de formación universitaria y, especialmente técnica e industrial, es enorme. La educación debe cambiar desde la base. Las aulas que se mantiene inalterables desde hace cuarenta años o más, deben desaparecer. Los niños se aburren. Tenemos que desarrollar conocimientos y habilidades diferentes, destrezas aún desconocidas para la mayoría. Debemos interactuar con la industria. Ir más allá. Debemos ser capaces de mirar estas transformaciones, que marcan la ruta de las nuevas generaciones. Habrá que redefinir las tareas humanas. Tenemos que asumir, que el crecimiento vertiginoso y exponencial de estas tecnologías disruptivas tiene un impacto feroz en las economías y en el rumbo del nuevo talento minero.
Chile tiene un rol de liderazgo que cumplir en la minería mundial y especialmente, en América Latina. Hacia allá debemos encaminarnos.