- Por Alejandro Valencia, Gerente Resiter Industrial Corporativo.
Se observa un aumento en la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos, como olas de calor, huracanes, inundaciones y sequías. Estos eventos pueden tener impactos devastadores en comunidades, economías y ecosistemas.
Los glaciares y casquetes polares están experimentando un rápido deshielo debido al aumento de las temperaturas, lo que contribuye a elevar el nivel del mar. Esto representa una amenaza para las comunidades costeras y la biodiversidad marina. Asimis, la absorción de dióxido de carbono (CO2) por los océanos está cambiando la química del agua, lo que resulta en la acidificación de los océanos.
Podría seguir enumerando decenas de efectos de lo que el ser humano parece no querer hacerse cargo o cree que alguien con algún invento futurista podría solucionar el que el planeta registre hoy 1°C más de temperatura desde la era preindustrial.
¿Estamos haciendo todo lo posible para no convertirnos en 50 años más en una sociedad sin agua, sin comida, sin casas (por las inundaciones o huracanes), viviendo en una pobreza obligada por el clima?
Muchos científicos y expertos en políticas coinciden en que se necesita una acción urgente y coordinada a nivel mundial para abordar la crisis climática. Esto incluye reducir las emisiones de GEI, promover la adaptación al cambio climático y avanzar hacia una economía más sostenible y resiliente.
China y Estados Unidos son los mayores emisores de gases de efecto invernadero. El gigante asiático prometió en la última COP lograr la neutralidad de carbono para 2060; su competidor en Norteamérica está invirtiendo en investigación y desarrollo de tecnologías climáticas innovadoras, como la captura y almacenamiento de carbono, la energía nuclear avanzada y las baterías de almacenamiento de energía. ¿Pero es suficiente? ¿Soportará el planeta hasta el 2060?
Nuestro país ha dado pasos agigantados para apoyar en su real dimensión rebajar la huella de carbono. De hecho, ha experimentado un rápido crecimiento en la capacidad de generación de energía renovable, especialmente solar y eólica. El país ha establecido objetivos ambiciosos para aumentar la participación de estas energía en su matriz energética, con el objetivo de alcanzar el 70% de generación de energía limpia para 2030.
Pero no solo eso, la economía circular ha tomado un rol relevante en las diversas empresas del país. Un ejemplo de ello es la mitilicultura, que trabaja a diario por revalorizar sus residuos, un ejemplo de ellos en Cermaq, que ya ha recuperado el 97% de sus residuos. Otro ejemplo claro se da en minería, que ha definido para los próximos años una economía verde a través de recuperación de agua y del reciclaje.
El grave problema es que Chile mueve la aguja del CO2 en nuestro planeta en una mínima proporción. Y aunque somos catalogados como un ejemplo en el viejo continente, de cómo debe ser una nación responsable con el cambio climático, son las grandes potencias las que deben ser responsables y evitar la compra de bonos a los países subdesarrollados para cumplir con cuotas pero no, con una real disminución.
Si no hay un real compromiso, aquel 2060 no esperará en llegar y futuro ya estará aquí.